domingo, 8 de enero de 2012

PASAR UNAS NOCHES TOLEDANAS. Damian Pérez


e llamo Manuel. Tengo 12 años y vivo en un pueblo cerca de Madrid. Mis abuelos maternos, Susana y Ruben, nos invitaron a mis padres, a mi hermano y a mi a pasar la festividad del Corpus en su cigarral en Toledo.
Estaba muy contento de ver otra vez a mis abuelos; la verdad es que me intrigaba saber que regalo me habrían comprado por mi cumpleaños que acababa de celebrar. También quería conocer por qué
razón era tan famosa esa fiesta.
Llegamos a medio día y ellos ya estaban esperándonos. Al descargar las maletas, que no eran pocas, observé que mi abuela tenia un objeto envuelto en un papel de colores brillantes en sus manos. Yo me imaginé que era para mi y efectivamente me abrazó y me lo dio. Rápidamente rompí los papeles y vi que era un bañador, con una toalla y unas gafas de bucear para que los utilizara en la nueva piscina que habían construido este verano ya que en Toledo hace mucha calor. Mi abuela había acertado con el regalo puesto que el bañador y la toalla eran azules a rayas negras mis dos colores favoritos. Fuimos al comedor allí estaba la excelente comida que nos habían preparado.
Los mayores se fueron a hacer la siesta y yo decidí por mi cuenta inaugurar la piscina y estrenar lo que acababa de recibir.
Al atardecer pensamos que sería bonito acercarse al centro de la ciudad y ver los preparativos para la gran fiesta del día siguiente. Callejeamos por todas las callejuelas de la zona morisca y judía que estaban entoldadas para la procesión, olimos el perfume del romero y tomillo que habían esparcido por el suelo y contemplamos maravillados todas las colgaduras y tapices en los balcones y muros así como también los adornos y faroles de las calles y plazas. Finalmente nos sentamos en una cafetería a disfrutar unos riquísimos dulces de mazapán que son los típicos del lugar acompañados de un granizado de limón para refrescarnos.
Nos fuimos a dormir temprano porque el día del Corpus no nos queríamos perder ningún acontecimiento y estos empezaban pronto.
Después de desayunar partimos hacia la Catedral en la que no cabía ni un alfiler. La misa fue muy bonita con sus cantos en rito mozárabe. A continuación salimos corriendo para ver la procesión. Tuvimos la suerte que unos amigos de mis abuelos nos habían guardado unas sillas en primera fila donde nadie nos tapaba. Comenzó el desfile con los policías municipales que iban a caballo y con uniforme de gala, luego pasaron distintas cofradías y hermandades diferenciadas por el color de sus vestiduras que parecían muy antiguas, también pasaron los profesores de la universidad con sus togas y birretes de distintos colores según la facultad, caballeros medievales, muchísimos curas antes de la Custodia que es muy preciosa porque es toda de oro y con piedras de joyería, le sigue el arzobispo con sus acompañantes y las autoridades locales y autonómicas, tras ellos iba la Guardia Civil seguida por los soldados y la banda de música.
Hasta la hora de comer nos dedicamos a caminar por las calles que estaban llenas de gente. Nos metimos en un bar para tomar un aperitivo.
Por la tarde fuimos a recorrer las distintas casas cuyos patios participaban en el concurso de patios toledanos con jardines. Mis abuelos también quisieron que conociera la casa donde había vivido el famoso pintor el Greco que nos muestra como vivió y dónde y cómo trabajaba. Y para terminar la tarde contemplamos el famosísimo cuadro de dicho pintor: “ El entierro del conde de Orgaz” que me gusto mucho porque mi abuelito me lo explicó. Nos fuimos al cigarral de nuevo a preparar las maletas para nuestro regreso al día siguiente.
Al llegar a casa llamamos a mis abuelitos para que no se preocupasen por nosotros y les dije que había pasado...¡UNAS MAGNÍFICAS NOCHES TOLEDANAS!

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