jueves, 12 de enero de 2012

No le pidas peras al olmo.Alba Tiedra.


Había una vez un hombre llamado Luis que vivía en una pequeña ciudad. Era bajito, con el pelo y los ojos negros. Luis trabajaba en una oficina. Un día, invitó a su jefe, el señor Antonio, y su mujer, María, a una cena. Luis sabía que el señor Antonio adoraba el pastel de pera, así que fue a buscar peras para prepararla ya que tenía el resto de los ingredientes.
Luis se recorrió toda la ciudad en busca de peras pero no tenían y tuvo que ir a la ciudad vecina a buscar pero allí tampoco había. Preguntó a sus familiares, incluso a los lejanos; pero no tenía nadie. Fue de casa en casa por toda la ciudad pero no había peras en ninguna. Luis estaba muy cansado, llegó a casa y se dejó caer con tanta fuerza sobre su cama, que las tablas de madera del suelo crujieron. Pensó que ya buscaría al día siguiente.
Al día siguiente fue a preguntar a todos los hortelanos de la ciudad y a los de la ciudad vecina por peras pero no obtuvo resultado alguno, así que decidió dar un paseo hasta su casa. Mientras andaba, se puso a llover con mucha fuerza; Luis había tenido la precaución de coger un paraguas. Vio a una viejecita que tenía una cesta y que se estaba mojando bajo la intensa lluvia. Él se ofreció a acompañarla a casa pues su paraguas era suficientemente grande para cubrirse los dos. Cuando llegaron, la viejecita le invitó a merendar un té con pastas como agradecimiento por haberla ayudado. Mientras merendaban, él le preguntó si, por casualidad, tenía peras. La viejecita le dijo que no, que había una situación de escasez de esa fruta en la zona pero, no obstante, le contó una historia, una historia sobre un olmo lejos de allí que, según decían, era capaz de dar peras si alguien se lo pedía. Luis se interesó mucho por ello y le pidió que le dijera dónde se encontraba aquel fantástico árbol. Ella le dijo que estaba en un claro del bosque pero también le dijo que tan solo podía ir una vez a aquel lugar pues, si volvía una vez más, su alma quedaría encerrada dentro como la de los demás que ignoraron la advertencia.



Después de acabar, Luis se despidió de la anciana y fue a buscar aquel maravilloso olmo. Al llegar al lugar, había un cartel, en el que ponía escrito en letras doradas: “No le pidas peras al olmo”, Luis no hizo caso de la advertencia del cartel y dijo: “Oh, olmo extraordinario, por favor te pido que me des unas peras”. En ese momento, el olmo empezó a dar peras que caían sin parar. Luis llenó su cesta. Cuando estuvo llena, se fue a casa pero con tan mala suerte que se dejó las llaves y la cartera junto al olmo. No obstante, se dio cuenta tarde pues ya se había ido. Cuando llegó al bosque recordó lo que le dijo la anciana le dijo pero pensó que sería una mentira para asustarle y fue a por sus cosas. En el momento en el que pasó al lado del cartel, el olmo se convirtió en una bestia enorme que lo devoró.
Aún hay gente que dice que Luis sigue dentro del olmo esperando a que alguien lo rescate, aunque sabe que eso es imposible, ya que no hay forma de liberarlo. Aun así, el pobre Luis sigue allí, recordando como de la manera más tonta quedó atrapado eternamente por no hacer caso a la anciana. En las frías noches de invierno, aún pueden oírse los lejanos lamentos de Luis en el interior del viejo olmo al que nadie se atreve a acercarse.

1 comentario:

  1. Lo que mas me ha gustado ha sido que Luis ha ayudado a la anciana y lo que cambiaría es el final porque es un poco terrorifico. Le pondría un 9 porque el final no me ha gustado mucho.

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