domingo, 8 de enero de 2012

UN CUENTO DE ALEXIS. Alexis Herreras


En Junín o en Tapalquén refieren la historia. Un chico desapareció después de un atraco; se dijo que lo habían robado los ladrones. Sus abuelos lo buscaron inútilmente; al cabo de los meses, un empresario que venía del trabajo les habló de un chico de ojos celestes que bien podía ser su nieto. Dieron al fin con él y creyeron reconocerlo. El hombre, trabajado por las calles y por la vida bárbara, ya no sabía oír palabras de la lengua natal, pero se dejó conducir, indiferente y dócil, hasta la finca. Ahí se detuvo, tal vez porque los otros se detuvieron. Miró el portal, como sin entenderla. De pronto bajó la cabeza, gritó, atravesó corriendo el portal y los dos largos patios y se metió en la cocina. Sin vacilar, hundió el brazo en la ennegrecida campana y sacó el cuchillito de mango de asta que había escondido ahí, cuando chico. Los ojos le brillaron de alegría y los abuelos lloraron porque habían encontrado al chico. Acaso a este recuerdo siguieron otros, pero el niño no podía vivir entre paredes y un día fue a buscar a su calle. Yo quería saber qué sintió en aquel instante de vértigo en que el pasado y el presente se confundieron; yo querría saber si el nieto perdido renació y murió en aquel éxtasis o si alcanzó a reconocer, siquiera como una criatura o un perro, los abuelos y la finca.

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