sábado, 7 de enero de 2012

Pulgarcito feo. Elena Guillén


Había una vez un niño llamado Pulgarcito, tenía 5 hermanos y con él 6, todos eran de piel clara y rubios con ojos verdes, pero él era moreno y ojos negros como el carbón, al igual que su pelo, por lo demás eran todos iguales.
Al nacer, la madre mimaba más a sus hermanos que a Pulgarcito y eso a él le molestaba.
Una tarde, Pulgarcito cansado ya de los mimos que él no recibía, se fue el solo por un camino. El camino era oscuro, estaba lleno de arañas y murciélagos pero a Pulgarcito le daba igual, él lo único que quería era irse lejos de allí y irse a cualquier sitio donde le recibieran con los brazos abiertos y que le dieran los mismos caprichos que a todos los demás niños.
Vagueando por el sendero se empezó a cansar y decidió sentarse un poco. Se sentía solo y triste, no tenía a nadie cerca de él. Cuando se levantó para seguir andando se encontró a los pies de un lago. El lago era muy grande, sus aguas eran cristalinas y alrededor había unas piedrecitas que lo rodeaban.
Pulgarcito se asomó para verse reflejado, pero lo que vio no lo gustó nada, él veía un niño muy feo y desgraciado y se asustó. Luego comprobó que era su reflejo y que no era el de otra persona y se entristeció. Se puso a llorar de tal manera que el lago terminó por llenarse aún más de lo que estaba.
Cuando hubo terminado de llorar se agachó, se lavó la cara y siguió su camino. Al llegar a un pueblo, Pulgarcito echó a correr a toda pastilla por las calles disfrutando de la gente que pasaba por allí y buscando a una familia que le acogiera en su casa y le diera lo que él quería.
Tras andar por todo el pueblo observando a toda la gente y buscando a la familia se paró en una esquina a descansar. Al ver que nadie iba a buscarle ni a acogerle se fue muy despagado por las calles vagueando hasta llegar al final del pueblo donde a lo lejos vio una casita con luz se giro para despedirse del pueblo y al darse la vuelta la casita ya no estaba.
Se quedó extrañado pero decidió ser valiente, reunir fuerzas y salir a buscar es casita donde a lo mejor se podía quedar y ser feliz.
Pulgarcito se puso en marcha dejando atrás el pueblo. Empezó a caminar y a caminar sin descanso hasta que llegó la noche y miró al frente para su sorpresa allí estaba otra vez la casita y sin perder ni un segundo echó a correr si perder de vista la casita, cuando estuvo frente a la puerta llamó. Le abrió una mujer de mediana edad pero pese a su físico se diría que ya es muy mayor, la señora le invitó a pasar y Pulgarcito entró. La señora decía llamarse Maca y Pulgarcito pensó que vendría de Macarena. La mujer le dio de cenar un montón de comida espectacular y deliciosa.
Cuando cayó la noche alguien tocó la puerta y Maca empujó a Pulgarcito a un armario diciéndole que no se moviese de ahí o que no hiciera el más mínimo ruido porque había llegado su marido y él era un ogro. Al abrir la puerta entró un hombre enorme con cara de pocos amigos, diciendo que tenía hambre y que olía a niño. Maca dijo que a niño era imposible porque allí no había ninguno y que sería el pato que estaba cocinando, pero su marido seguía diciendo que no era ni el pato ni nada que allí había un niño. Maca se puso muy nerviosa y le dio la cena al ogro, cuando el ogro se tranquilizó Maca se acercó al armario y sin que su marido la viera dejó al niño en la cama de invitados pero que aunque se iba a dormir que tuviera mucho cuidado, porque su marido llevaba mucho tiempo sin comer ningún niño y quería uno. Al amanecer Maca fue a despertar a Pulgarcito y le dijo que se fuera ahora que podía que era su última oportunidad de escapar del ogro.
Pulgarcito se escapó por la ventana y se volvió al pueblo allí se compró un bollo para comer porque solo le quedaba dinero para ese bollo se sentó en una esquina y se comió el bollo.
Se quedó esperando a que alguien fuera a recogerle y se quedó dormido. Cuando despertó no encontró a nadie que fuera a por él, ni a nadie que le indicara que entrara a su casa para darle los cuidados con los que él tanto había soñado y que nunca obtuvo.
Pasó por allí una señora joven, morena, con los ojos marrones y el pelo castaño, que le dijo que se llamaba Paula y que si quería entrar en su casa para tomar algo porque fuera hacía mucho frío.
Pulgarcito aceptó y se fue con ella a su casa. Una vez allí vio que era una casa preciosa y que en una esquina había una niña sentada jugando con una muñeca. Pulgarcito se acercó y le dijo:
-¡Hola! ¿Cómo te llamas? Yo me llamo Pulgarcito.
-¡Hola! yo me llamo Arantxa.
-Encantado de conocerte Arantxa. ¿Puedo jugar contigo?
-¡Claro!-Arantxa se sentía muy feliz porque por fin alguien quería jugar con ella. Y los dos niños se sentaron juntos a jugar a las muñecas.
Mientras la madre les preparaba un chocolate caliente con galletitas.
Allí Pulgarcito se quedó toda la tarde con Arantxa y con Paula. Le preguntó a Paula si se podía quedar para siempre y le dijo que sí, que ella lo trataría como una madre de verdad. Al oír eso Pulgarcito se puso muy contento porque por fin podía tener los cariños con los que siempre había soñado. Y colorín colorado este cuento se ha acabado.

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